Siempre se busca que el análisis tenga una fundamentación objetiva y que resulte lo más útil posible, sin embargo, como en el caso de una corrección de textos de cualquier tipo, el cliente siempre tiene la última palabra sobre los cambios. En un informe de lectura pasa lo mismo. La lectora profesional no es una censora: el autor o la autora es libre de aceptar o no las indicaciones hechas en el informe de lectura.